martes, 9 de diciembre de 2008

En días como hoy...


Me siento pequeña, perdida en tu infinito, dibujando formas al alza en el aire y quedándome sin voz de tanto gritar tu nombre. Esta necesidad me quema, me hiere y me hiela el corazón. Me hace depender de tí como de la más adictiva de las drogas sin posibilidad de evitarlo, me hace pensar en tí a cada hora, a cada minuto... y cada segundo que paso sin estar contigo es una cicatriz que no sana en mi corazón. Sólo tú eres capaz de recomponer mi corazón, de juntar los pedacitos y hacer que vuelva a latir una vez más.
Sólo ciertas personas poseen ese poder, esa capacidad de sanación sobre las demás personas. Tú eres una de esas personas, eres un ángel que vino al mundo para sanar mi corazón y mi vida. Cuando observo tu rostro una extraña sensación de paz me invade y siento que nada más importa, que nada más es tan necesario para mí como lo eres tú.
Eres importante, muy importante. Eres mi salvación, mi sueño, mi alegría y mi ilusión pero... no puedo tenerte, no puedo tenerte como me gustaría o desearía. Eres demasiado inalcanzable para mí, eres demasiado especial y delicada para una ortiga. Hay un dicho que dice que: "No se hizo la miel para la boca del asno". Pues así es como está todo, como es la realidad.

No hay comentarios: